Así fueron mis mañanas por al menos cuatro años, con variantes, por supuesto, pero la misma rutina. "Sonó la alarma anunciándome un nuevo día, abrí los ojos para ver a Mau, durmiendo como bebé, así que me paré de un salto, sin dejar oportunidad para que el sueño se volviera a apoderar de mí, pensé en que usaría durante el día y cuando lo tuve, llegó la decisión complicada, los zapatos; elegí los rojos, siempre son la mejor opción. En el baño me lavé la cara y traté de acomodar un poco del desastre que las noches dejan en mi cabello al que a veces le toca recostarse húmedo sobre la almohada, coloqué mis lentes de contacto y estaba lista para la cocina. Preparé velozmente el desayuno, la comida del día estaba lista desde la noche anterior, una fruta por aquí, un tupper por allá era lo que pasaba por las manos de Mau, quien se encarga de colocar las colasiones en la bolsita correspondiente mientras yo preparo el magnífico (y ya no tan suculento) jugo verde antes de salir de ...