Se llamó Covid, y aquí escribía sobre lo impactante que era el inicio de este cambio en nuestras vidas.
Disminuyeron
nuestras prisas y la vida de repente se nos desocupó, trabajamos desde casa
posponiendo las comidas con los compañeros de oficina, comenzamos a pedir para
llevar, y todo el tiempo que nos sobró para visitar a nuestras familias y decidimos
ocupar para “descansar” ahora nos hace falta para hacer lo mismo que tanto postergamos.
Vaciamos
supermercados para poder quedarnos en casa y comenzar a reconocerla, a
mantenerla y darnos cuenta de que, no importa cuánto ganes, que tan “bien”
puedas vivir ni los sellos en tu pasaporte, la vida se encargará de recordarte
que nada te pertenece, que de nada sirve un auto de lujo cuando no puedes
emprender ningún camino, ni una visa vigente cuando no hay aviones surcando el
cielo, de nada nos sirven tantas video llamadas con tan pocos abrazos.
Entramos,
sin pedirlo ni esperarlo, en una etapa de reflexión, donde no necesariamente
debemos hacer algo para sentirnos mejor, se trata de mirar hacia adentro más
que hacia afuera, encontrar nuestro verdadero tesoro y entender que el valor de
la vida está en poder vivirla.
Hoy
nos quedaremos en casa mientras algunos siguen saliendo, porque sus trabajos no
son aptos para hacer home office, porque viven lejos o porque simplemente “si
no trabajan, no comen”, nos toca prender a guardar fuerza, a ser pacientes y
mantenernos unidos, aunque no podamos estar juntos.
Pronto
las iglesias volverán a abrir sus puertas, nos veremos una mañana dando os
buenos días a todos quienes dejamos en el trabajo, reuniéndonos en el tráfico
de una ciudad que no descanso ante una pandemia, y que no descansará jamás, en
un país al que la destrucción le ha enseñado a reconstruir, y ahí estaremos
triunfadores todos, habremos vencido una más, y por más que nos cueste volver a
adaptarnos, aún cuando vuelva nuestro mal genio por la “rutina” y sus pendientes,
estoy segura de que nada volverá a ser igual.
Mientras,
el sol seguirá saliendo, las aves volverán a cantar como cada mañana, porque
aunque nuestras vidas hayan cambiado, el mundo no dejará de girar alimentando
nuestra esperanza para poder volver al mar, a sus bosques y montañas, para
poder volver a comer con la familia, porque a veces, una situación de conflicto
es lo que necesitamos para que se nos reinicie la vida."
Aprendí bastante de la pandemia, me hizo mas cuidadosa, mas agradecida y sinceramente un poco más ansiosa respecto a que algo les sucediera a los que amo, muchas personas dejaron sillas vacías en las cenas navideñas y ni siquiera pudieron despedirlos, pasaron cosas, y aunque sobrevivimos, la mayoría, la vida definitivamente no se ve igual.
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