Ser hija de un par de personas sumamente parlanchinas me facilitó bastante el desarrollo social, aunque no crecí con ambos, aprendí mucho de Don Leo y la manera en que conectaba casi al instante con gente que jamás había visto en su vida, me enseñó el valor de la confianza y que puedes hablar con todos pero en realidad conectas solo con algunos y de mi mamá, que no la vi tanto en la infancia, me quedan los genes para sonreír fácilmente y ser abierta a conocer cualquier tipo de personalidad, además, quien si estuvo siempre fue Kimy, con ese enorme corazón, empatía y de platica muy sencilla, es fácil quererla y bellísimo sentirse amada por ella. El caso es que, ayer mientras le cantaba una de las canciones que le he dedicado que más le gustan, recordé lo mucho que hablo de mi circulo y pensé en que en realidad, jamás fuimos un circulo, sino un bonito triángulo que me gusta imaginar como equilátero, Kimy, Don Leo y yo, y no es queja, se encargaron muy bien de que no hiciera falta nad...