Tampoco recordaba lo que significo ese cambio de trabajo, tanto que le dedique dos veces mi tiempo.
"En cuanto puedas, podemos juntarnos los cuatro en alguna de las salitas?
Pregunté rápidamente a Alex apenas cruzó la entrada. Sonriente me dijo que si, que no tenía problema, solo debíamos esperar a que Rob y Paty se desocuparan, respiré hondo y le agradecí mientras le devolvía la sonrisa, no importa cuanto lo había ensayado en mi mente, seguía siendo complicado pensar en la elección correcta de palabras que tendría que dirigir a quienes tan amablemente me abrieron sus puertas hacia cuatro meses atrás.
No fue un sentimiento satisfactorio, mi realidad era que, no había tenido ningún problema, es más, me sentía muy a gusto, como en familia, y pensar eso era justo lo que me hacía dudar entre si estaba o no haciendo lo correcto …
- Pasamos a la sala grande?
- Claro - Le respondí. Jamás me había resultado tan corto el espacio que había entre mi lugar y esa sala, a los cinco segundos ya estábamos todos dentro.
Los tres rostros que tenía enfrente sonreían, más por incertidumbre que por alegría, se miraban entre ellos al no entender lo que pasaba.
- Me tengo que ir - Solté, sin darme tiempo de pensar y así, evitar el riesgo de arrepentirme
- Cómo? A dónde? - Repetía Rob insistentemente.
- Me han ofrecido una nueva propuesta laboral en el gobierno, ha sido todo muy repentino, y me siento demasiado apenada al no haber podido darles suficiente tiempo para conseguir a alguien más, sé que puede resultarles poco profesional después de la gran oportunidad que me han brindado, y lo lamento mucho, pero es una de las oportunidades que no me permitiría desaprovechar. De verdad, les agradezco mucho todo y estaré siempre al pendiente de lo que necesiten ...
No pude continuar, dejé correr el silencio mientras miraba sus caras de enfado para las que creí haberme preparado pero que en ese momento resultaron como llagas enterrándose en mi corazón.
Entonces, mientras Paty se defendía con su orgullo, Alex me previno acerca de las personas con las que trataría, dijo que tuviera cuidado, y que no me fiara de ellos, Rob no pudo seguir, se le quebró la voz y con eso, mis fuerzas para poder mirarlo a los ojos.
Salimos de la sala, todos miraban, pero nadie preguntó sobre aquello de lo que no tenían ni idea de lo que pasaría.
Levanté la cabeza, respiré hondo, y por más dolor, del raro, que pude sentir, me convencí de que estaba hecho, había renunciado a mi primer trabajo, apenas cuatro meses después de entrar.
Renuncié a poder mirar a diario, a las 8:05 a.m., un avión emprendiendo el vuelo hacia no se donde mientras yo esperaba mi camioncito, a caminar sobre Homero mientras llamaba a Kimy, a los buenos días que intercambiaba con el guardia en turno del edificio y la señora de la limpieza, al elevador lento, a abrir la oficina, a encender los letreros, al "reel" de Buzz Media que se proyectaba en la pantalla en cuanto yo llegaba y a preparar café para despertarme y despertar a todos, a los buenos días, que intentaba dar a Marie siempre en un idioma diferente, a los panecillos en forma de "cuadro" del señor que vende pan con su canasta y a decir "Patito" más de veinte veces al día.
Renuncié al lugar más acogedor que podré conocer, a girar en mi silla, esperar mi turno para comer, como en familia, a la bodega fría, las remisiones, las eternas llamadas con DHL y los apuntes en mi cuaderno azul.
Por supuesto, aunque la llamada del Mtro. Leo fue lo suficientemente tentadora para hacer lo ya contado, no fue sin duda, un momento en que pudiera sentir una pizca de emoción o felicidad.
Pero las oportunidades son así, llegan cuando te has instalado en una rutina de la que le hablas a los demás con tanto gusto que puedes sentir el brillar de tus propios ojos. Llegan para probarte en valentía y esperanza, llegan, seguramente para no volver.
Ese mismo jueves empaque mis cosas, metí en mi mochila Ferrioni beige , esa que Mau me regaló en cuanto le conté que odiaba el bolso donde no podía llevar mi comida, y que más bien, fue producto de un intercambio entre nosotros donde él recibió un llavero y dos carteras.. metí en esa mochila mi ventiladorcito prestado, el porta lápices improvisado color rosa con mis diez plumas de animalitos dentro, el letrero con mi nombre que utilice como identificador en mi primer día, hojas, lápices, mi porta post its color rosa también...
Empaqué mis cosas junto al resto de recuerdos con cada uno de mis "compañeros", las risas con la Sra. Manuela y el botecito de mis llaves, demasiado lindo para su costo.
Jamás fue sencillo, desde que día la noticia, hasta el último minuto del día siguiente, traté de convencerme de que sería una buena decisión, de que había hecho lo correcto y solo podían venir cosas mejores si, así debía ser porque había sido "valiente" aunque no pudiera sentirme así.
Pensé en lo que pudo haber sucedido, en las guías que no seguí y las facturas que ya no emitiría, quería dejar todo listo para que la vida de la empresa siguiera de la forma más normal posible, como debía seguir la mía.
Era viernes entonces, cuando entregue mi equipo, mis llaves, mi libreta azul y las ganas que me llevaba de poder seguirlos acompañando, me despedí, regalé mis folletos de los chilaquiles que tanto me gustaban, porque después de todo, eran muy buenos y Abie, la chica que hacia el favor de llevarlos hasta la oficina, no debía tener culpa alguna de mi decisión, subí al elevador, teniendo que esperar mi último buen rato hasta que llegó, di un último vistazo antes de que sus puertas se cerraran y baje a recepción, ahí estaba Rubén, de mantenimiento, el oficial en turno, que no era ni Felipe con su tímida voz, ni Agustín el de la sonrisa eterna y mucho menos Carlos, el confianzudo, quien realmente debió de haber estado ahí, de la Sra. Silvia recibí un abrazo y entonces me fui, sabiendo que no habría un lunes más de metro caótico, una semana más de insumos, ni un mes más de pago por servicios de estacionamiento, no más programaciones de pasteles de cumpleaños, no más rutas a las 5:30 p.m...
Y entonces pasó, pensando todo eso, mientras recorría por última vez la misma calle, las lágrimas cayeron de mis ojos para lavar mis inseguridades o al menos eso pretendían, aunque sin tener éxito. Subí al camioncito, bajé de el y entrando al metro lo supe, había olvidado mis zapatos.
Por más cómodo que haya sido el pasado, no se puede vivir con melancolía, las cosas se disfrutan tanto como se pueda, porque no hay mayor causa de felicidad que sentirse agradecidos, no solo con las oportunidades laborales, sociales o por un buen golpe de suerte, sino con el hecho de sentirnos vivos incluso mientras experimentamos dolor, duda y riesgo.
Siempre recordaré con cariño cada día de esos cuatro meses, la vida que conocí y que aprendí a vivir de la mano de Mau, y al oído de Kimy, quien me escuchó con alegría del otro lado del teléfono, todos los días, a la misma hora.
Me llevo arraigada en el corazón la actitud que Central Buzz me enseñó, y a cada uno de ellos, que me enseñaron, que me acogieron y con quienes reí muchísimo.
Ahora solo queda agradecer, seguir arriesgando sin detenerme por nada, ahora solo queda enfrentar las consecuencias, buenas o malas de mis decisiones, queda vivir, ser feliz de otra manera, seguir creciendo, seguir queriendo ser mejor y siéndolo, sin olvidar a quien se lo debo. Queda recordar con cariño, para nunca más volver a anhelar con melancolía.
Pregunté rápidamente a Alex apenas cruzó la entrada. Sonriente me dijo que si, que no tenía problema, solo debíamos esperar a que Rob y Paty se desocuparan, respiré hondo y le agradecí mientras le devolvía la sonrisa, no importa cuanto lo había ensayado en mi mente, seguía siendo complicado pensar en la elección correcta de palabras que tendría que dirigir a quienes tan amablemente me abrieron sus puertas hacia cuatro meses atrás.
No fue un sentimiento satisfactorio, mi realidad era que, no había tenido ningún problema, es más, me sentía muy a gusto, como en familia, y pensar eso era justo lo que me hacía dudar entre si estaba o no haciendo lo correcto …
- Pasamos a la sala grande?
- Claro - Le respondí. Jamás me había resultado tan corto el espacio que había entre mi lugar y esa sala, a los cinco segundos ya estábamos todos dentro.
Los tres rostros que tenía enfrente sonreían, más por incertidumbre que por alegría, se miraban entre ellos al no entender lo que pasaba.
- Me tengo que ir - Solté, sin darme tiempo de pensar y así, evitar el riesgo de arrepentirme
- Cómo? A dónde? - Repetía Rob insistentemente.
- Me han ofrecido una nueva propuesta laboral en el gobierno, ha sido todo muy repentino, y me siento demasiado apenada al no haber podido darles suficiente tiempo para conseguir a alguien más, sé que puede resultarles poco profesional después de la gran oportunidad que me han brindado, y lo lamento mucho, pero es una de las oportunidades que no me permitiría desaprovechar. De verdad, les agradezco mucho todo y estaré siempre al pendiente de lo que necesiten ...
No pude continuar, dejé correr el silencio mientras miraba sus caras de enfado para las que creí haberme preparado pero que en ese momento resultaron como llagas enterrándose en mi corazón.
Entonces, mientras Paty se defendía con su orgullo, Alex me previno acerca de las personas con las que trataría, dijo que tuviera cuidado, y que no me fiara de ellos, Rob no pudo seguir, se le quebró la voz y con eso, mis fuerzas para poder mirarlo a los ojos.
Salimos de la sala, todos miraban, pero nadie preguntó sobre aquello de lo que no tenían ni idea de lo que pasaría.
Levanté la cabeza, respiré hondo, y por más dolor, del raro, que pude sentir, me convencí de que estaba hecho, había renunciado a mi primer trabajo, apenas cuatro meses después de entrar.
Renuncié a poder mirar a diario, a las 8:05 a.m., un avión emprendiendo el vuelo hacia no se donde mientras yo esperaba mi camioncito, a caminar sobre Homero mientras llamaba a Kimy, a los buenos días que intercambiaba con el guardia en turno del edificio y la señora de la limpieza, al elevador lento, a abrir la oficina, a encender los letreros, al "reel" de Buzz Media que se proyectaba en la pantalla en cuanto yo llegaba y a preparar café para despertarme y despertar a todos, a los buenos días, que intentaba dar a Marie siempre en un idioma diferente, a los panecillos en forma de "cuadro" del señor que vende pan con su canasta y a decir "Patito" más de veinte veces al día.
Renuncié al lugar más acogedor que podré conocer, a girar en mi silla, esperar mi turno para comer, como en familia, a la bodega fría, las remisiones, las eternas llamadas con DHL y los apuntes en mi cuaderno azul.
Por supuesto, aunque la llamada del Mtro. Leo fue lo suficientemente tentadora para hacer lo ya contado, no fue sin duda, un momento en que pudiera sentir una pizca de emoción o felicidad.
Pero las oportunidades son así, llegan cuando te has instalado en una rutina de la que le hablas a los demás con tanto gusto que puedes sentir el brillar de tus propios ojos. Llegan para probarte en valentía y esperanza, llegan, seguramente para no volver.
Ese mismo jueves empaque mis cosas, metí en mi mochila Ferrioni beige , esa que Mau me regaló en cuanto le conté que odiaba el bolso donde no podía llevar mi comida, y que más bien, fue producto de un intercambio entre nosotros donde él recibió un llavero y dos carteras.. metí en esa mochila mi ventiladorcito prestado, el porta lápices improvisado color rosa con mis diez plumas de animalitos dentro, el letrero con mi nombre que utilice como identificador en mi primer día, hojas, lápices, mi porta post its color rosa también...
Empaqué mis cosas junto al resto de recuerdos con cada uno de mis "compañeros", las risas con la Sra. Manuela y el botecito de mis llaves, demasiado lindo para su costo.
Jamás fue sencillo, desde que día la noticia, hasta el último minuto del día siguiente, traté de convencerme de que sería una buena decisión, de que había hecho lo correcto y solo podían venir cosas mejores si, así debía ser porque había sido "valiente" aunque no pudiera sentirme así.
Pensé en lo que pudo haber sucedido, en las guías que no seguí y las facturas que ya no emitiría, quería dejar todo listo para que la vida de la empresa siguiera de la forma más normal posible, como debía seguir la mía.
Era viernes entonces, cuando entregue mi equipo, mis llaves, mi libreta azul y las ganas que me llevaba de poder seguirlos acompañando, me despedí, regalé mis folletos de los chilaquiles que tanto me gustaban, porque después de todo, eran muy buenos y Abie, la chica que hacia el favor de llevarlos hasta la oficina, no debía tener culpa alguna de mi decisión, subí al elevador, teniendo que esperar mi último buen rato hasta que llegó, di un último vistazo antes de que sus puertas se cerraran y baje a recepción, ahí estaba Rubén, de mantenimiento, el oficial en turno, que no era ni Felipe con su tímida voz, ni Agustín el de la sonrisa eterna y mucho menos Carlos, el confianzudo, quien realmente debió de haber estado ahí, de la Sra. Silvia recibí un abrazo y entonces me fui, sabiendo que no habría un lunes más de metro caótico, una semana más de insumos, ni un mes más de pago por servicios de estacionamiento, no más programaciones de pasteles de cumpleaños, no más rutas a las 5:30 p.m...
Y entonces pasó, pensando todo eso, mientras recorría por última vez la misma calle, las lágrimas cayeron de mis ojos para lavar mis inseguridades o al menos eso pretendían, aunque sin tener éxito. Subí al camioncito, bajé de el y entrando al metro lo supe, había olvidado mis zapatos.
Por más cómodo que haya sido el pasado, no se puede vivir con melancolía, las cosas se disfrutan tanto como se pueda, porque no hay mayor causa de felicidad que sentirse agradecidos, no solo con las oportunidades laborales, sociales o por un buen golpe de suerte, sino con el hecho de sentirnos vivos incluso mientras experimentamos dolor, duda y riesgo.
Siempre recordaré con cariño cada día de esos cuatro meses, la vida que conocí y que aprendí a vivir de la mano de Mau, y al oído de Kimy, quien me escuchó con alegría del otro lado del teléfono, todos los días, a la misma hora.
Me llevo arraigada en el corazón la actitud que Central Buzz me enseñó, y a cada uno de ellos, que me enseñaron, que me acogieron y con quienes reí muchísimo.
Ahora solo queda agradecer, seguir arriesgando sin detenerme por nada, ahora solo queda enfrentar las consecuencias, buenas o malas de mis decisiones, queda vivir, ser feliz de otra manera, seguir creciendo, seguir queriendo ser mejor y siéndolo, sin olvidar a quien se lo debo. Queda recordar con cariño, para nunca más volver a anhelar con melancolía.
Y, que mas da? Esto emocionada, lista para nuevas rutinas, retos y personas, gracias CBuzz, hola CENACE"
Aun hablamos, están felices por mi y yo por ellos, no fue tan catastrófico como imagine, y me alegra muchísimo no haber roto nada, se quedan quienes deben, y siempre son los correctos.
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